A los 67 años de edad, en 1971, Pablo Neruda era embajador de Chile en Francia. El día 20 de octubre, hace 50 años, se comunicó formalmente que le era otorgado el Premio Nobel de Literatura por parte de la Academia Sueca. La Embajada de Chile ubicada en Paris se rodeó de periodistas de todo el mundo.
El presidente francés Pompidou, Pablo Picasso, Vicente Aleixandre, Gabriel García Márquez, Roberto Matta, entre muchos otros artistas, políticos e intelectuales, hicieron llegar su reconocimiento y felicitaciones desde todos los puntos cardinales. En Chile, el presidente Salvador Allende, el cardenal Silva Henríquez, la Central Única de Trabajadores, la Corte Suprema y la Universidad de Chile, figuras del arte y la cultura, como José Balmes o Nemesio Antúnez, de Arica a Magallanes, obreros y profesionales, festejaron la decisión de galardonar al poeta nacional. En Parral y a lo largo de la región del Maule, las autoridades municipales organizaron celebraciones locales.
En la lista de nombres entre los cuales estaba el del poeta chileno, se encontraban autores de la talla del irlandés Samuel Beckett, el japones Yukio Mishima y el griego Giorgos Seferis, entre otros. Pero fue Neruda el galardonado, de forma unánime, convirtiéndose en el sexto escritor de lengua española, el tercer latinoamericano y el segundo chileno (tras Gabriela Mistral) en recibir el Premio Nobel.
Su reconocimiento fue importantísimo para Chile, pero también para toda Latinoamérica. La Academia Sueca había decidido entregarle el reconocimiento por “ser autor de una poesía que, con la acción de una fuerza elemental, da vida al destino y los sueños de un Continente”.
Fue en el mes de diciembre cuando se realizó la ceremonia, en Estocolmo. En el escenario, junto al busto de Alfred Nobel, en medio de la música de la Orquesta Filarmónica de la ciudad, rodeados de flores y junto a los reyes suecos, se encontraban los premiados en Física, Química, Medicina, Economía… y, en Literatura, el chileno Pablo Neruda.
El su apasionado “Discurso de Estocolmo”, pronunciado con ocasión de la entrega del Premio, dijo: “A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. El cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños. Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera. Sólo por ese camino inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía al anchuroso espacio que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros mismos”.
Sólo un año después, en diciembre de 1972, tras terminar compromisos diplomáticos, volvió Neruda a Chile, donde se realizó un homenaje multitudinario en el Estadio Nacional. Aquella fue su última aparición pública.
Libros de Pablo Neruda (entre otros) que puede ser solicitados de manera gratuita, tanto en la Biblioteca Pública Digital como en el Centro Bibliotecario de Puente Alto, vía LibroVecino, son: