En 1923, Pablo Neruda (nacido en 1904) publica su primer poemario titulado “Crepusculario”. Al año siguiente “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Ambos de enorme reconocimiento, incluso éxito, a pesar de su corto tiraje editorial. Caracteriza a estas obras un ímpetu adolescente y sensitivo, a la vez erótico y melancólico, con temáticas que vinculan amor y naturaleza.
Posteriormente, en 1926, publicó “Tentativa del hombre infinito”, la novela “El habitante y su esperanza” y “Anillos”, prosas poéticas escritas en asociación con Tomás Lago.
En 1927 obtuvo su primera designación como Cónsul, en Birmania. Ya en 1925 había comenzado a redactar los poemas que conformarían la primera “Residencia en la Tierra” (1925-1931), que serían publicados en Santiago, en 1933. Luego, dos años después y uno antes de la Guerra Civil, fue publicada la versión definitiva, incorporando el Libro 2, con poemas escritos entre 1931 y 1935.
En 1937 publicó “España en el corazón: himno a la glorias del pueblo en la guerra”, poemario escrito entre el 35 y el 36, donde expone los horrores de la Guerra Civil Española, situándose en el bando republicano e iniciando con él la imagen de poeta comprometido y combatiente. En otras palabras: es el comienzo de la asociación de la obra de Neruda a la política, que él mismo promueve y difunde.
Es, de hecho, en ese periodo que empieza a escribir “Tercera residencia” (1947), en la que trabajará en los años 1935-1945, ya bajo el influjo y el compromiso con la lucha de los republicanos españoles contra la dictadura franquista, donde incluirá “España en el corazón”, además de otros títulos como “Reunión bajo las nuevas banderas”, “Canto a Stalingrado” y “Canto al Ejército Rojo…”.
Entre el neoromanticismo y el compromiso político nerudiano, está el poemario “Residencia en la tierra”, que nos permite salir de esa supuesta linealidad que va del sujeto ensimismado al combatiente, del lirismo a la epopeya, y que restringe tan banalmente la lectura de un poeta de la talla de Neruda… Este poemario cuestiona, invade, despedaza dicha interpretación.
Y es que incluso “Canto general” (1950) no puede ser restringido a un poemario social, histórico y político. Es aquello y es más. Es poesía, universal y absoluta. “Residencia en la tierra” nos abre esta perspectiva de resignificar toda la obra nerudiana, tanto de su juventud como de su madurez.
Los poemas del Libro 1, son parte de su vagabundeo por Chile, tras abandonar sus estudios en el Instituto Pedagógico, y su ocupación de diplomático, por el mundo; no sólo Argentina y España, sino del Lejano Oriente…
Se trata de un enigmático poemario de incomunicación y comunicación, de soledad y multitudes, de la “flor de la soledad”, de sentido y sin sentidos, de fuerza y fragilidad, tristeza y erotismo, “entre putrefacciones y violetas”.
Entre estas ambigüedades o paradojas, el poeta se constituye no como un ser pasivo, en medio de la vorágine, ni tampoco como un omnipresente Dios, con aureola en la cabeza. Sino como un poeta vidente. Pero ser vidente es distinto a ser un visionario, puesto que el vidente no descifra el misterio, sino que lo conserva.
Dicha condición de vidente lo vuelve a la vez en un testigo, un “ardiente testigo”, que se rebela a la pasividad.
Pero no sólo hay un cambio de eje del neoromanticismo al simbolismo, sino que aparece la presencia del surrealismo y sus imágenes onírica, urbanas y de objetos cercenados: zapatos húmedos; peines perdidos; orejas; silbatos; un paraguas.
Ciertamente, la lectura del poemario plantea ciertas exigencias. Sin embargo, aquellas dificultades, a su vez, son la condición de posibilidad de que el propio lector participe de las revelaciones poéticas, de los esclarecimientos a los que la “espada” de la poesía nos abre camino. También el lector debe ser un “ardiente testigo” y atravesar la oscuridad y el hermetismo, orientado por intermitentes resplandores.
Otra peculiaridad, tanto de “Residencia en la tierra” como del Neruda anterior y posterior a ella, es la presencia de las figuras musicales, que no son simples rimas. Sonata, serenata, madrigal y tango, expresan la medida fundamental de cada verso, su ritmo, su refinamiento… “Barcarola” (uno de sus poemas), hace referencia a un tipo de canción de los gondoleros venecianos.
Los poemas en prosa de la segunda parte (II) del libro 1, lo vuelven a aproximar a Rimbaud y a Baudelaire. Así como a la escuela surrealista. Pero también al modernismo de su admirado Rubén Darío.
Lo mismo sucede con el ambiente marino de la primera parte (I) del libro 2: se encuentra ahí la presencia de Baudelaire… Aunque también da paso, en las siguientes partes del libro, a la expresión de un sentimiento oceánico, que no es religioso, sino más bien pasión por la vida, a las multitudes vivas y muertas, apego a la sangre, a los cuerpos, a los cementerios, al viento, la espuma y los caracoles. Se trata de un océano de amor, erotismo y hasta sexualidad.
Por último, en “Residencia en la tierra” podemos encontrar además la presencia de su vergonzosa paternidad, de esa “súbita estación”, a la que el poeta asistió con cobardía y fechoría, peor que fechoría, al abandonar a su esposa y a su hija nacida con hidrocefalia, en 1934.
“Residencia en la tierra” es un poemario de enorme luminosidad y de sombra, que ha de seguir haciendo pensar, vivir y sentir, a las jóvenes generaciones. Puede ser leído gratuitamente desde la Biblioteca Pública Digital, cuya edición, de Seix Barral, incorpora “Tercera residencia”.