Luis Alberto Heiremans fue un dramaturgo, cuentista, novelista, traductor y actor chileno, nacido en 1928 y muerto tempranamente, con tan sólo 35 años, en 1964.
Autor prolífico y representativo de la llamada generación del 50, contribuyó profundamente en la renovación de la dramaturgia nacional, la indagación teatral de nuevos lenguajes y afianzamiento de una disciplina profesional e integra.
Desde 1948 comenzaron a aparecer cuentos suyos en la revista Zigzag y en 1950, tras regresar de un viaje de un año por Europa, publicó su primer volumen de cuentos, titulado “Los niños extraños”.
Se recibió de médico cirujano en 1954 en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, pero nunca ejerció la profesión; en cambio, se dedicó por completo a la literatura… En 1952 publicó el libro de cuentos “Los demás”, al que siguió “Los seres de un día” de 1960 y la novela “Puerta de salida, de 1964.
La pieza teatral “¡Esta señorita Trini!”, de 1958, es considerada el primer musical chileno; y la trilogía integrada por “Versos de Ciego” (1961), “El Abanderado” (1962) y “El Tony Chico” (1964), son consideradas sus obras dramáticas fundamentales. Pero destaca también la trilogía “Buenaventura” de 1962.
Tras su muerte, la dramaturgia de Heiremans cobró extraordinario honor y relevancia. En ella, el autor plantea un rechazó al realismo y una orientación al existencialismo. La muerte, la incomunicación y la soledad, son algunos de los temas centrales de su obra, aunque no como destinos infranqueables…
Los personajes de Heiremans deben enfrentarse a la búsqueda de bienes materiales precarios y la voluntad de alcanzar la libertad por medio de la creación. Es así que el amor, la fidelidad y, especialmente, la esperanza, cobran el protagonismo.
Personajes solitarios, arruinados o encerrados en sus ambiciones, obsesionados con la muerte o el fracaso, enredados en una existencia de desencantos, buscan la salvación.
En este sentido, tal vez la obra más representativa del autor es “El Tony chico”, pieza que se estrenó de forma póstuma en 1964, cinco días tras su muerte.
En esta obra se cuenta la historia de un circo pobre y decadente al que un día llega el payaso Landa, un singular personaje que está en busca de la trascendencia y que, en medio de todo aquello, se encariña con un niño abandonado, “Juanucho”. Sin embargo, ese bello encariñamiento es, a la vez, expresión de las culpas y remordimientos de Landa.
Y es que el circo es una metáfora de seres errantes, como Landa, que no logran establecerse; que aparece y desaparece en un lugar y en otro; que deambulan.
No obstante, a pesar de ese vagabundeo en medio de las vicisitudes de la existencia y el vacío, siempre hay una esperanza, donde se asoma la felicidad. Por lo tanto, hay que sobreponerse a la tendencia a la evasión o al desapego, para atreverse a alcanzar la trascendencia, aunque a veces parezca una payasada…
Landa: Y adónde le gustaría ir, señor Juanucho.
Juanucho: (Olvidándose de su papel de tony) Al mar.
Landa: Hacia allá vamos, entonces. ¿Has estado alguna vez?
Juanucho: ¿Cómo es?
Landa: Grande. Verde en el día. Con olas y la espuma que vuela por encima. (Retomando el papel de tony). Siga remando, señor Juanucho. Mire que el camino es largo y el Paraíso queda lejos.
Juanucho: ¿Allá vamos?
Landa: Allá parece. (Pero pronto pierde su voz de tony. Parece recordar). Parece que allá están todos los tesoros que la tierra en otro tiempo tuvo.
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