Francis Scott Fitzgerald nació en 1896 en Minnesota, Estados Unidos. Tanto su padre como su madre tenían una situación económica holgada, producto del trabajo familiar, descendían de irlandeses y eran católicos (en un país mayoritariamente protestante).Pasó la primera década de su infancia en Nueva York, donde demostró un temprano interés y talento por la literatura. Al cumplir 12 años, su padre fue despedido del empleo, por lo que tuvieron que volver a Minnesota. Al año siguiente, Fitzgerald publicó una historia de detectives en el periódico escolar. En la enseñanza secundaria jugó al Fútbol Americano, sin dejar de dedicarse a las letras.
Ingresó a la Universidad de Princeton, donde escribió para su periódico y actuó en obras teatrales. En la academia conoció también al primer amor de su vida, Ginevra King, que después de una relación de dos años (1915-1917), rechazaría su oferta de matrimonio debido a que él y su familia no poseían la situación económica que la millonaria familia King demandaba. La vida bohemia, la ruptura amorosa y su intensa actividad literaria, hicieron que Fitzgerald descuidara los compromisos universitarios. Antes de ser reprobado, decidió abandonar los estudios e ingresar al ejército.
Fue destinado a Alabama, ciudad donde conoció y se enamoró de Zelda Sayre, hija menor del Juez del Tribunal Supremo de la ciudad. Francis y Zelda iniciaron un idilio, que tuvo que ser interrumpido debido al traslado del entonces teniente Fitzgerald a otro regimiento. Cuando esperaba ser trasladado a Francia para participar del combate durante la Primera Guerra Mundial, fue firmado el armisticio. En 1919 volvió a Nueva York, donde buscó desesperadamente y sin éxito publicar su primera novela y algunos cuentos. Mientras trabajaba en una agencia de publicidad, pidió matrimonio a Zelda, pero ella lo rechazó.
No obstante, volvió a corregir su novela, que llevaba como título “Los egoístas románticos” (The Romantic Egotist) y la rebautizó “A este lado del paraíso” (This Side of Paradise), relato semiautobiográfico de los años universitarios en Princeton. La novela fue publicada en 1920 y alcanzó inmediatamente un éxito comercial. Con este triunfo literario, que se tradujo además en un sustantivo ingreso económico, volvió a proponer matrimonio a Zelda, quien aceptó. En 1921 nació su hija.
“A este lado del paraíso” (1920) tuvo la potencia de inaugurar los locos y dorados años 20, del que Fitzgerald (contemporáneo de autores como Heminway, Faulkner y John Dos Passos) se volverá el autor representativo de la, así llamada, “Generación Perdida” (Lost Generation).
La década de los 20 no sólo fue rica en términos económicos, sino también culturales y sociales, todo lo cual se expresó asimismo en el renacimiento de la literatura norteamericana. Años de excesos, entusiasmo e ilusiones. Pero, también, de descreimiento y crítica al estatus quo, los clichés y el puritanismo. La existencia, su sentido, estaba en tensión.
Fitzgerald tuvo la genialidad de no sólo producir una obra estilísticamente impecable y bella, sino de sintetizar el espíritu de su generación. Llamó “era del jazz” a esta época, y rastreó sus personajes, ambientes, contenidos, desde sus raíces y hasta sus últimas consecuencias. En un escrito autobiográfico de los años 30 titulado “Ecos de la era del jazz”, escribió: “… el autor de estas líneas siempre la recuerda [la época] con nostalgia. Ella lo sostuvo, lo halagó, y le dio más dinero del que hubiera soñado, nada más que por decirle a la gente que él sentía igual que ellos, que era preciso hacer algo con toda la energía nerviosa acumulada durante la guerra”.
Pero Fitzgerald, su obra, no se limita a retratar su época, no sólo es un cronista, sino que la inventa y la impulsa…
Embriaguez, euforia, adulterio, abundancia, excesos de alcohol y de velocidad e incluso crímenes. Frivolidades, despilfarro, lujo, consumo y deshechos; romances, ironía, humor y tragedia. Todos estos temas están expresados en la vida y obra de Fitzgerald.
Zelda Sayre su esposa, vivió junto a él los excesos, el entusiasmo, la fama y la locura, hasta que ella misma tuvo que ser internada en un hospital psiquiátrico debido a un brote psicótico que derivó en el diagnóstico de esquizofrenia… Este acontecimiento devastador para Fitzgerald estancó su producción literaria.
No obstante su fatídico destino, ya había creado obras maestras, de novelas y cuentos, que lo volvieron un autor universal.
“El gran Gatsby”, de 1925, fue su siguiente gran éxito. De estilo poético, filosófico e impresionista, es valorada hoy en día como una de las obras más importantes del siglo XX. También es poseedora de una enérgica ironía e ilustre refinamiento. En ella vuelve a retratar los inicios de los años 20, la era del jazz, el boom económico tras el triunfo de la Primera Guerra, el momento de expansión económico y el ansia del ascenso social. Un misterio envuelve, sin embargo, al narrador y al lector: ¿cómo hizo Gatsby su fortuna?
Desde el fondo de toda esta “fiesta” se presiente el desastre, el derrumbe. Y es que Fitzgerald es asimismo un visionario. Con el crack económico se oscurecen los dorados años 20. Y en la vida del autor empiezan a desbordarse el alcohol, las deudas, las enfermedades, la esquizofrenia.
Además, con la crisis del 29, emerge una literatura social, representada por autores como John Steinbeck, en la que nada puede decir Fitzgerald… Lo intentó en 1934 con la novela “Tierna es la noche”, pero no logró generar repercusión, aunque se trata también de una obra sorprendente.
Cuando, ya en los años 30, comenzó a perder fama, empezó a dudar de sí mismo. Se desanimó y su genialidad no pudo ser sistematizada, sino que empezó a aparecer ocasionalmente, aunque admirablemente, en algunos de sus relatos, como “Chico rico”, “Domingo Loco” y “Babilonia revisitada”.
Perdida la fama, sus últimos años los vivió como guionista en la MGM y en Universal, donde era considerado como un borracho, aunque él luchaba día a día, cada noche, por mantenerse sobrio. La fama de borracho la había ganado con su mujer antes de la crisis del 29, con quien figuró en muchísimas escenas públicas vergonzosas.
Colaboró en seis guiones de cine y ganó dinero suficiente para pagar sus deudas. Con el dinero buscaba mantener a su esposa internada en un lujoso hospital psiquiátrico y pagar los estudios universitarios de su hija.
De pronto, Fitzgerald murió en Hollywood en diciembre de 1940, de un paro cardíaco a los 44 años. Era ya un escritor olvidado, con textos inéditos e incompletos, como “El último magnate”, novela póstuma que, sin embargo, es una obra maestra acerca de la industria cinematográfica.
Posteriormente, será redescubierto, tanto en América como en Europa, para ser considerado como uno de los más grandes prosistas.
En 1945 es editada y publicada, por su gran amigo y uno de los más importantes críticos literarios norteamericanos, Edmund Wilson, una colección de ensayos titulada “El Crack-Up”, compuesta por cartas inéditas y apuntes autobiográficos. En uno de ellos, titulado “El derrumbe”, Fitzgerald escribió: “Sin duda que la vida entera es un proceso de quebrantamiento, pero los golpes que desempeñan la parte dramática del trabajo —los grandes y repentinos golpes que vienen, o parecieran venir, del exterior—, los que uno recuerda y lo hacen culpar a las cosas, y de los cuales, en los momentos de debilidad, se habla a los amigos, no muestran sus efectos de inmediato. Hay otro tipo de golpe que viene de adentro y que uno no siente hasta que es ya demasiado tarde para impedirlo, hasta que comprende positivamente que de algún modo no volverá a ser el mismo. El primer tipo de quebrantamiento parece ocurrir rápido; el segundo ocurre casi sin que uno lo sepa, pero se le percibe en realidad muy de repente”.
En la Biblioteca Publica Digital se encuentran las siguientes obras:
Novelas: El gran Gatsby; Suave es la noche; A este lado del paraíso
El crack up
Suave es la noche
El gran Gatsby
El amor del último magnate
Querido Scott, querida Zelda: Las cartas de amor entre Zelda y F. Scott Fitzgerald