Samuel Beckett, Premio Nobel de Literatura en 1969, nació en Dublín, Irlanda, en 1906. Y falleció en Francia, en 1989. Autor de novelas, cuentos, poesía, ensayos, teatro y cine, fue además director dramático (de teatro, cine y televisión) y traductor.
Entre 1923 y 1927 estudió en el Trinity College de Dublín, la universidad más antigua de Irlanda, donde se especializó en lenguas modernas, específicamente en francés, italiano e inglés.
Desde 1928 a 1930 fue profesor en la prestigiosa Escuela Normal Superior de Paris y fue, además, en la misma ciudad, “secretario” del gran novelista irlandés, autoexiliado y autor del Ulises, James Joyce.
Su primera obra publicada data de 1929, un ensayo titulado “Dante. Bruno. Vico… Joyce”. Y su segunda obra notable también fue un ensayo: “Proust”, estudio crítico del autor francés Marcel Proust… Por esos mismos años escribió poemas, cuentos y novelas. Pero no será hasta después de la Segunda Guerra cuando publicará sus obras consagradas.
En los años de guerra (1940-1945), Beckett se unió a la Resistencia contra la ocupación nazi de Francia, volviéndose mensajero, almacenando armamento y saboteando al ejército hitleriano, poniéndose absolutamente en riesgo por la liberación…
En 1951 publica las novelas “Molloy” y “Malone muere” y en 1953, “El innombrable”. Son sus tres novelas fundamentales, junto a las obras teatrales “Esperando a Godot” (1952), “Fin de la partida” (1957), “La última cinta de Krapp (1958) y “Días felices” (1961). Todas las obras son escritas en francés y luego traducidas por él mismo al inglés.
Sus textos son siempre una especia de último libro, de testamento, pero donde lo único que hay como herencia son palabras y un oscuro deseo de que alguien escuche.
No obstante, la obligación de hablar se realiza desde un decir precario. Es, a la vez, una necesidad y una incapacidad de decir…
En sus obras, siempre está presente un pasado lejano que persiste e irrumpe en el presente, una especie de paraíso perdido, los días felices, la infancia… pero que ahora son tan sólo cosas raídas, bolsas de basura con recuerdos.
La literatura queda, entonces, convertida en testimonio de que no hay presente donde reposar. Sin embargo, tampoco hay un anhelo de que sea distinto. Para Beckett, no hay que emitir palabras complacientes.
Sus personajes son infra-personas. Y los objetos son simples cosas. De este modo, se hace patente la renuncia de la trascendencia y la aceptación de la tierra en ruinas. Los personajes, lugares y objetos carecen ya de sentido, son harapos, restos, el depósito de los fracasos.
Tras la ilusiones fallidas en la modernidad, la realidad de la guerra y las posteriores ruinas, emerge con claridad el sin sentido del progreso técnico, la contundencia del fracaso, la literatura de Samuel Beckett… Es el tiempo que degrada, el tiempo en sí mismo corroído.
La novela “El innombrable” (1953) es quizá, junto a “Esperando a Godot”, su principal pieza.
Podría ser una novela epistolar, o autobiográfica, confesional, o de monologo interior. Sin embargo, este tipo de obras son siempre sometidas al orden, a la edición, a la coherencia. Y Beckett parodia todo aquello, lo niega, no permite que lo contenga. Es una crítica literaria desde y contra el Werther de Goethe al Ulises de Joyce, al héroe, al protagonista…
Es una crítica al género novelístico y al mismo tiempo un experimento novelístico: es una aventura literaria. La aventura de “El innombrable” consiste en vivir sin vivir, vivir sin ser nadie. Habla de sí mismo precisamente porque no puede hablar de nada.
La novela nos plantea la disolución de la identidad, el sujeto reducido al parloteo. Y las palabras, ni mensajes ni flechas, son sólo cenizas. La palabra está descompuesta.
En oposición a James Joyce, quien llena el mundo de palabras, de ríos de frases, de torrentes de páginas, Beckett despliega la técnica de la reducción. Pero no se trata de una simple técnica literaria, sino de una visión del mundo absolutamente consecuente con el mundo mismo.
Si Frank Kafka presagió la barbarie, Beckett da testimonio de la catástrofe… Su anti-naturalismo es definitivamente coherente con el mundo, coherente con la catástrofe, las ruinas, la basura.
En la Biblioteca Publica Digital puede ser leída gratuitamente la novela “El innombrable”: