Novelista, filosofo, historiador, naturalista, militar, Ernst Jünger (Alemania, 1895-1998) fue un pensador central del siglo XX, un pensador de la guerra. Ernst Jünger se alistó a los 17 años a la Legión Extranjera. Luego, en 1914, se enroló como voluntario en la Primera Guerra, donde pasó cuatro años y de la que salió con tantas heridas como condecoraciones. Seguirá siendo militar hasta 1923. Y será reintegrado en la Segunda Guerra.
Uno de sus conceptos fundamentales fue el de “movilización total”, que hace referencia a que la Primera Guerra Mundial fue distinta a las anteriores, no sólo por el hecho de que su resultado derivó en el derrumbe de los imperios prusiano, otomano y austrohúngaro, sino en tanto que toda la sociedad trabajó para la guerra. Y la guerra se articuló con el sistema económico.
Es decir, de los antiguos enfrentamientos bélicos, que significaban movilizaciones, alteraciones de fronteras, caída de gobernantes, se pasó a la “movilización total” de masas armadas con los últimos adelantos técnicos.
La guerra se une, entonces, al capitalismo en su lógica de progreso material. Se tecnifican el armamento y las comunicaciones. Todos trabajan para el progreso, para la guerra, para el capital. El progreso se relaciona, a la sazón, con el maquinismo y el armamentismo. He aquí el ideal del progreso como ideología masiva y global, la globalización de occidente mediante la guerra.
El mundo tradicional se destruye y nace el mundo de los estereotipos y el nihilismo. “El desierto crece”, escribió su admirado Nietzsche. La técnica y la modernidad se quieren apoderar del corazón del ser humano.
Por el contrario, el soldado y el trabajador son estandartes de los valores de la vida, la comunidad y la tradición. En Ernst Jünger se encuentra una visión de la libertad personal y la trascendencia, contraria al nihilismo desembocado, donde no hay fe, sino solo creencias, donde hay apasionamientos, pero no verdadera pasión.
Para Jünger la guerra es inhumana y horrible. Pero en medio de ella persiste el amor al prójimo, la camaradería y el heroísmo.
Tras la Primera Guerra, para Alemania fue un periodo de humillaciones, desempleo, hambre, que estará en la base de la irracionalidad del nazismo. 1923 fue el año del intento de Golpe de Estado por parte de Hitler y el naciente movimiento nazi, al que Ernst Jünger deplorará hasta la aversión.
Ya en estos años, Jünger se dedicará completamente a escribir, pero también a pensar y filosofar; publicará textos sobre historia, política y ciencias naturales. Todos estos elementos están presentes en su obra literaria.
La obra de Jünger es entretenida y de fácil acceso. El contenido es mucho más importante que la forma. Sin embargo, la forma, la técnica literaria, está absolutamente orientada a fortalecer el contenido.
Prosa sobria, su gusto radica en la observación antes que en la descripción. Su rasgo principal es el goce. En su observación hay una enorme capacidad sensorial: tacto, gusto, aroma. Todo ello aparece en su prosa. Ahí se encuentran las referencias cuando se habla del entusiasmo de Jünger por la zoología, las colecciones, la geología, como un niño que observa por un telescopio…
Las interpretaciones sobre Jünger son contradictorias: nacionalista pero no nazi; metafísico de la guerra y a la vez pacifista; humanista y misántropo; conservador y anarquista. Y todo esto es verdad o es en gran parte verdad. Eso genera la seducción por la obra de Ernst Jünger.
En la Biblioteca Publica Digital puedes encontrar su libro de 1923 “El teniente Sturm”: