“La Joyce mujer” se le ha denominado neciamente. Como si una mujer, cualquier mujer, debiese ser comparada con un hombre, para ser visibilizada y valorada (aunque este hombre sea el gran escritor James Joyce)… Virginia Woolf (Inglaterra, 1882-1941) es una de las grandes escritoras del siglo XX y de la literatura universal, al punto de que su novela “La señora Dalloway” (1925), si acaso puede ser relacionada como una respuesta al “Ulises” de James Joyce (1922), cabe decir que no es un desacierto agregar que en la novela de Woolf (de ciento y tantas páginas) se concentra lo mejor del “Ulises”, que de sus más 600 páginas, muchos críticos han dicho (y concordamos con esto) 400 son principalmente experimentación formal, de métodos literarios; por no decir, que sobran…
Por todo esto, es más adecuado exponer que junto al irlandés Joyce, el francés Proust y el norteamericano Faulkner, la inglesa Virginia Woolf se encuentra entre los grandes novelistas de la primera mitad del siglo 20 que revolucionaron la literatura.
Virginia Woolf perteneció, junto a su hermana (la pintora Vanessa Bell) al selecto Círculo de Bloomsbury, compuesto por grandes intelectuales como, por ejemplo, el economista J. M. Keynes, el filósofo Bertrand Russell, el pintor Duncan Grant, el gran poeta T. S. Eliot y el político Leonard Woolf, quien se transformaría en el incondicional marido de la novelista… Bloomsbury fue la expresión de la vanguardia inglesa, tanto en literatura, como la pintura, crítica literaria y hasta economía y filosofía… Y Virginia Woolf fue una de las más grandes visionarias del grupo. Su narrativa es absolutamente revolucionaria. En ésta, todos los temas pueden constituir o ser parte de la Gran Literatura… Lamentablemente, el Círculo de Bloomsbury fue disgregado con el fatal acontecimiento de la Segunda Guerra Mundial. La misma Virginia Woolf se suicidó en plena guerra, en el año 1941.
Como los grandes renovadores del arte de su época, Woolf plantea la convicción de que se está creando un concepto nuevo de la realidad, del tiempo y de la literatura misma, y, por todo aquello, también de la conciencia y del lenguaje.
En términos formales, los métodos de la literatura, y en especial de la novela, deben ser cuestionados y depuestos, con tal de hacer un acercamiento más certero de la realidad. De ahí que uno de los métodos narrativos de Woolf (lo mismo que en Joyce, Proust y Faulkner) sea el “monologo interior”, consistente en trascribir, en primera persona, los pensamientos del personaje, tal como germinarían de su conciencia, sin someterlos a un orden racional o sintaxis lógica. De esta manera, el lector entraría en contacto directo con la vida psíquica del personaje.
No obstante, la literatura, la ficción, más que la expresión de la realidad, es la búsqueda de las verdades fundamentales. Y en este sentido, se liga la experiencia individual, subjetiva, con lo universal, lo absoluto. En el caso de Woolf, la experiencia ante un periódico, un ramo de flores, un autobús, un paseo por las calles o en el campo, la mirada sobre las olas, son todos temas de transcendencia. Se trata, entonces, de la eternidad del instante y de las cosas.
La reflexión acerca del tiempo, es por lo tanto, fundamental. Los minutos, los días, el cronometro, no tienen en verdad un fundamento más que impuesto por la exterioridad, la obligación, el malestar… En “La señora Dalloway”, Woolf narra tan sólo un día en la vida de una mujer; y en “Orlando” (novela que lleva por subtítulo “Una biografía”) recorre la experiencia de un solo personaje a lo largo de sus cuatro siglos de vida. Se trata de crear un espacio temporal absolutamente propio.
En esta concepción del tiempo, así como en los nuevos métodos literarios y en los temas absolutamente cotidianos, Virginia Woolf nos transmite el sentimiento de totalidad, que es el impulso de la búsqueda de la transcendencia.
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