Isidora Aguirre (1919-2011) y Manuel Rojas (1896-1973) son dos grandes figuras de las letras nacionales. En 1958 escribieron juntos la obra teatral titulada “Población Esperanza”, que se estrenó en enero del año siguiente, en el marco de la Quinta Escuela Internacional de Verano de la Universidad de Concepción. El montaje estuvo a cargo del elenco del Teatro Universitario de la ciudad y contó con la dirección de Pedro de la Barra, quien lideró el Teatro Experimental de la Universidad de Chile. En Santiago se estrenó en 1960, en el Teatro Camilo Henríquez, para luego recorrer distintas regiones del sur de nuestro país, como también realizar una gira en el extranjero, específicamente en las ciudades de Montevideo y Buenos Aires.
Reconocidísima es la dramaturgia de Isidora Aguirre y sus obras “La pérgola de las flores” (1960), “Los papeleros” (1962) y “Don Anacleto Avaro” (1964), así como lo es también la prosa de Manuel Rojas, especialmente sus novelas “Lanchas en la bahía” (1932) e “Hijo de ladrón” (1951), y los libros de cuentos “El delincuente” (1929) y “El hombre de la rosa” (1963). El resultado de la colaboración de estos magnánimos artistas no puede sino ofrecernos una pieza teatral de enorme vigor y hondura.
Cuenta Isidora Aguirre que después del estreno de su comedia “Carolina” (1955), Manuel Rojas se acercó a ella para evaluar la posible puesta en escena de “Hijo de ladrón”; idea finalmente desechada por las enormes complejidades que implicaba tal iniciativa.
Pasado un par de años, volvieron a reunirse y comenzaron en conjunto a escribir “Población Esperanza”. Ninguno de los dos había escrito anteriormente en colaboración a otra persona –cuenta Isidora Aguirre en la entrevista citada–, por lo que el método fue surgiendo en la marcha: se repartían los personajes y dialogaban; escribían escenas por separado, que luego compartían; corregían por turnos; se reunían a conversar y debatir sobre los planteamientos filosóficos y la psicología de los personajes.
Es de enorme interés la entrevista a la que hacemos referencia, que se encuentra escaneada en su versión originar −tres hojas en tamaño oficio, escrita a máquina, con tachaduras−, lo que la vuelve tanto más de culto y por lo que recomendamos buscarla en los Archivos Primordiales de la Universidad Católica.
“Población Esperanza” se convertirá, dentro de la historia de la dramaturgia chilena, en una las primeras piezas teatrales de marcado contenido social y clave para comprender el momento inaugural del género teatral en Chile y Latinoamérica.
La obra trascurre en un lugar marginal, muy pobre, popularmente conocido como una “población callampa”, y se develan en ella las duras condiciones de vida de quienes habitaban las periferias urbanas. La escenografía consiste en un costado del “boliche” de compra y ventas, donde hay un “pilón”, en el que las familias pobladoras se surten de agua potable. Sus personajes son: el dueño del pequeño boliche; su sobrina, que es “visitadora social”; un mendigo y una mendiga; una prostituta; un cristiano; una lavandera; una mujer que arrienda cuartos en la población; un niño; y cuatro ladrones.
La puesta en escena, de estética sencilla y hasta precaria, tiene por objetivo evitar grandes costos, hacerla factible y realizable a corto plazo; más que sobre los recursos materiales o económicos, se centra en las capacidades colectivas; y busca volver protagónica la creatividad ante las posibles limitaciones o problemas de montaje. En suma, se trata de una propuesta que busca motivar su realización por personas aficionadas y estimular la creatividad en los sectores populares.
Asimismo, es una obra que tiene la voluntad de que la gente en las poblaciones se reúna en los espacios públicos y busca ser un reflejo escénico de las propias costumbres y vivencias. A lo que se agrega el hecho de plantearse objetivos educativos e informativos, con los que despertar la conciencia crítica, estimular el compromiso social y la fiesta popular.
El esfuerzo comunitario contra la indiferencia y la renuncia, el aprendizaje que supone la superación de los miedos, el ímpetu que incita a la acción y, por supuesto, la esperanza, son los temas principales de esta pieza trágica e igualmente alentadora, dolorosamente realista pero a la vez dichosamente utópica, que une el pasado con el presente, para proyectarlos hacia el futuro. No es una esperanza contemplativa, sino anticipadora del horizonte con el que nos comprometemos.
Pueden acceder de manera gratuita a este libro, a través de la Biblioteca Pública Digital.