En “Un tal Lucas” (1979), de Julio Cortázar (1914-1984), tú lector o tú lectora (de entrada los tuteo porque requerimos complicidad), deberán seguir minuciosamente las descripciones de las travesías del protagonista, fingiendo creer que realmente así debieron ser las cosas. Realmente este tal Lucas luchó con una hidra; bajó a comprar fósforos en pijama y terminó en un potrero con dos arbolitos; vio una película documental yugoslava sobre un pulpo hembra; pronunció una conferencia acerca de su arte nuevo de pronunciar conferencias; y, entre muchísimas más historias o cuentos breves, debieses, lector o lectora, fingir realmente que cuando el tal Lucas estuvo internado en una clínica cinco estrellas, el gordo de la habitación 12, en plena cirrosis hepática, reclamaba cada tres horas una botella de ginebra y las enfermeras le respondían que “sí”, que “como no”.
Si, como escribió Mark Twain, el problema del humor es que nadie se lo toma en serio, el lector o la lectora de “Un tal Lucas”, va a tener que tomarse en serio este libro y sufrir terriblemente por las desventuras cotidianas del protagonista, o de otro protagonista, o cuando no haya protagonista; a tal punto que se va a ver obligado, u obligada, entre tanta tragedia picara y explicaciones amontonadas en basurales, a reventar en carcajadas y tropezar con la gentileza de la desesperación.
Sólo de esta manera, fingiendo creer que realmente así debieron ser las cosas y tomándonoslas terriblemente en serio, es que nos vamos a identificar con este tal Lucas, aunque sea –al igual que la naturaleza de estos relatos− fugaz y parcialmente.
Y es que, estimado lector o lectora, por qué no habría de ser posible que a un gato le enseñaran a tocar el piano o que un niño tenga trece dedos en cada mano y –no me vayan a decir que estas cosas no pasan− unos amantes, después de hacer todo lo que hacen −levantarse, bañarse, perfumarse, peinarse, vestirse−, fueran progresivamente volviendo a ser lo que no son.
El humor es cosa seria; hay que ponerle atención, sobre todo a los detalles. Así nos vamos ahorrar, créanme, un montón de energía.
Pueden acceder de manera gratuita a este libro, a través de la Biblioteca Pública Digital.